Si se dispone de 100.000 euros, se está dispuesto a correr riesgos, se saben controlar las emociones y, como dicen del póker, se es consciente de que no hay otra forma que aprender que perdiendo dinero, se puede vivir del trading. Si se cumplen estos requisitos, se puede triunfar en el mundo de las operaciones financieras. Y la mejor prueba, asegura el trader Roberto Pérez, está en Amsterdam, ciudad la que reside y donde “hay miles de traders. Aquí es un trabajo más. Si te das una vuelta por la ciudad te encontrarás con un montón de carteles de empresas de este tipo. Muchísima gente se queda en su casa operando. Y como, además, no se pagan impuestos por el trading si se tiene otro trabajo, es común tener un empleo de media jornada y después dedicarse al trading”.
Sin embargo, que sea posible vivir de esto no implica que sea fácil. Más al contrario. Como subraya el trader y webmaster de www.x-trader.net, Alberto Muñoz, “las estadísticas oficiales demuestran que sólo el 5% de los traders particulares ganan. Y ese 5% suele coincidir con cuentas bastante bien capitalizadas, lo que garantiza poder sobrevivir cuando hay racha de pérdidas”. No obstante, y “al contrario de lo que mucha gente cree”, que el porcentaje de inversores exitosos sea tan bajo no tiene que ver con que el mercado esté manipulado por unos cuantos actores, sino con deficiencias quienes en él operan. Según Muñoz, “la falta de preparación sicológica y la falta de fondos del pequeño trader suelen llevar a que pierda dinero”.
Coincide Ignacio de la Torre, director académico de los masters en finanzas del IE Business School, en que ambas cuestiones tienen una importancia determinante en el resultado final. Y es que, en ese terreno, los traders institucionales suelen manejarse con ventaja sobre los particulares, dada su mayor potencia inversora y su mejor conocimiento de los instrumentos técnicos. “Cuando tienes una visión muy clara a corto plazo y sabes sobre derivados puedes tomar posiciones apalancadas a través de estrategias de derivados. El day trader no suele conocer ese sector. Y cuando lo conoce carece de capacidad inversora para aprovecharlo”.
Pero más allá de la suerte individual de cada operador, estos traders independientes poseen notable importancia sistémica, ya sea estabilizando el mercado o haciéndolo más volátil. Como señala Ignacio de la Torre, “en todas las salidas a bolsa, a los fondos de inversión tipo Fidelity les gusta que haya tramos minoristas porque le dan liquidez al valor. Y esa es la función que cumplen estos pequeños traders, crear liquidez comprando y vendiendo acciones. Es importante porque habitualmente lo primero que haces cuando valoras tomar una posición es mirar el volumen diario para saber, llegado el caso, cuánto tardarías en salir de ella”. Sin embargo, estos operadores también pueden provocar efectos indeseados. Según de la Torre, los inversores a largo plazo pueden sentirse retraídos a adquirir determinado valor “si aprecian que esa acción es muy volátil por una excesiva concentración de day traders”.
Juego de probabilidades
Claro que, sean grandes o pequeños, institucionales o particulares, todos los traders se ven obligados a moverse en un mercado regido por el azar y por los golpes inesperados, movido tanto por las emociones desbocadas como por los análisis racionales y los cálculos de probabilidad. Y ese es uno de los elementos que hacen tan especial y tan llamativo al trading, al mezclar fiabilidad e incertidumbre. Según Roberto Pérez, “en el mercado todo es casual y todo guarda cierto orden. Los precios los formamos las personas, por lo que hay patrones psicológicos que pueden servirnos como indicativos de comportamientos futuros. Pero hay que tener en cuenta que sólo jugamos con probabilidades, ya que esos modelos no se repiten al 100%, como piensa mucha gente”. De modo que se puede mirar mucho gráfico y exhibir mucho conocimiento técnico pero, al final, lo que cuenta es dominar los nervios: “el pánico y la euforia, que son nuestros compañeros permanentes, nos juegan malas pasadas. Cuando sabemos esto y actuamos de forma distinta es cuando empezamos a ganar”.
Para Alberto Muñoz, lo esencial es tener las ideas muy claras y ser muy frío a la hora de abrir y de cerrar una posición. Y para ello, “hay que tener un plan diseñado hasta el milímetro que se ha de ejecutar minuciosamente. En otro caso, se estará apostando a ciegas. Tenemos que ser como los cirujanos. Cuando operan a alguien del corazón, dejan un margen a la intuición para resolver imprevistos, pero fundamentalmente siguen al pie de la letra pautas muy definidas”.
Sin embargo, la inseguridad en la que mueven los pequeños traders no se solventa únicamente manejando adecuadamente las emociones. Y es que los traders independientes operan en un mercado en el que parten en inferioridad de condiciones. En primer lugar, son muchos pero dispersos, y si se unieran el capital resultante distaría mucho del que manejan los bancos de inversiones; tampoco poseen la capacidad de presión de los grandes actores financieros, (“los más beneficiados de la crisis han sido los bancos. Mira JP Morgan, está haciendo lo mismo que en 1929, quedarse con todo lo que puede”, asegura Roberto Pérez); y su capacidad de orientación, en general a través de medios técnicos, puede no ser la adecuada cuando la información que llega no posee la transparencia precisa. Como asegura Ignacio de la Torre, “en ocasiones se da abuso de mercado por gente que toma posiciones a un día y luego hacen circular rumores, (del estilo de “¿has oído algo de que está mal la contabilidad de tal compañía?”). Es una práctica que está prohibida, pero que tenemos que ser conscientes de que existe y de que hay que perseguirla con más fuerza”.
En definitiva, que ser trader independiente tiene desventajas notables. En primera instancia, porque no hay correlación entre esfuerzo y resultado. Como asegura Muñoz, “por muchas horas que le dediques no vas a obtener mayor rentabilidad”. Además, se ha de saber manejar cierto nivel de frustración cotidiano, ya que “puedes estar mucho tiempo delante del ordenador sin que pase nada relevante o puedes tirarte horas y horas ganando y en el último momento de la sesión perderlo todo”. En cuanto a las ventajas, se trata de un trabajo que permite gran libertad, ya que se puede realizar en cualquier parte del mundo (siempre que se cuente con una conexión a internet); en el que es uno mismo quien decide cuántas horas trabajará y en qué horario; donde, además, no hay que pedir permiso a los supervisores para llevar a término las propias decisiones; y donde los ingresos no se han de compartir. Aunque, eso sí, hay que tener en cuenta que se trata de un trabajo “en el que nadie te garantiza que vas a poder pagar las facturas”.